El patio se llenó de colores, voces y miradas curiosas. Desde temprano, los pasillos vibraban con la emoción de los preparativos: carteles que contaban historias, mesas repletas de experimentos, y pequeños científicos con delantales improvisados y sonrisas genuinas.

Pero más allá de los trabajos, lo que brillaba era el entusiasmo compartido. Las familias recorrían los stands con ojos asombrados, preguntando, celebrando, aprendiendo junto a sus hijos. Las risas se mezclaban con el asombro, y cada explicación infantil se convertía en un puente entre generaciones.